viernes, 27 de mayo de 2016

Educación superior y para lo superior. La educación como complexus.

Pensar sobre la educación para lo superior y hacia lo superior, conduce necesariamente a dejar por sentado que no se trata de una adecuación de la educación en niveles de jerarquía funcional y cronológica, estratificándola en las tres secuencias vigentes en el mundo: el primario, el secundario y el universitario como el superior; sino que esta debe ser entendida como una noción que se relaciona con esa intención de impregnar de alta calidad a toda la educación como un hecho individual, social y universal, siendo concurrente en todos los niveles, tanto en el primario, secundario y el universitario, pues el principio de toda filosofía educativa es obtener lo mejor en el proceso educativo, en un sentido siempre ascendente. (Borrero Cabal, A., 2006, p. 6).

Para comprender la educación para lo superior y hacia lo superior, se requiere escarbar en la historia “cuando por vez prime­ra pueblos de maduro desarrollo espiritual propusieron las altas metas de la educación como empeño superior del hombre y la sociedad” (Borrero Cabal, A., 2006, p. 7), distintas de aquellas actividades educativas reseñadas como ordinarias o comunes, orientadas a entrenar las conductas corrientes individuales, familiares y sociales, para el trabajo y para la vida (Borrero Cabal, A., 2006, p. 7). Es así como cobra relevancia el estudio de las tradiciones educativas antiguas que para Borrero Cabal (2006), pueden ser discriminadas en tres partes: Las tradiciones del extremo Oriente, la educación en Grecia y el estudio de la paideia cristiana.

De las tradiciones del extremo Oriente se rescata la labor educativa en cabeza de Confusio, quien instituyó reglas de conducta, educando al hombre superior para un comportamiento individual en la sociedad, direccionando su propósito educativo en la construcción de un ser humilde, noble, con un alma armónica y equilibrada, quien finalmente lograría tener la calidad de Kiun-tsé o caballero (Borrero Cabal, A., 2006, pp. 11 y 12).  Por su parte el proyecto educativo de Grecia, se soportó en el concepto de la areté, que significa mérito, calidad sobresaliente, fuerza y virtud, cualidades que deben ser despertadas en el individuo, con miras a que este sea siempre mejor, generado por ideales de armonía unitaria que procuran el equilibrio de lo que integra al hombre (lo físico y espiritual), como meta máxima de la educación, formando en este sentido, el ideal de la paideia  (Borrero Cabal, A., 2006, p. 25). Finalmente la paideia cristiana, es presentada como aquella que modifica y supera la paidea clásica, siendo Cristo el centro de la nueva cultura, agregándole a esa orientación que se destina a la perfección de la persona y la vida, por medios y fundamentos naturales, la gracia de Dios para que esto así sea (Borrero Cabal, A., 2006, p. 43).   

Este contexto histórico permite comprender que la educación para lo superior y hacia lo superior, tiene como objeto el impulso de todos “hacia sus respectivas y diversas alturas alcanzables y posibles” (Borrero Cabal, A., 2006, pp. 9 y 10), y es desde esta perspectiva que debemos reflexionar respecto a cómo hacer que las universidades en nuestro tiempo, se conviertan en espacios de educación en sentido ascendente y no descendente. El profesor Álvarez Gallego plantea que son funciones fundamentales de la universidad resolver dónde y cómo producir el conocimiento, toda vez que avizora que en la actualidad, lo que determina las posibilidades de crecimiento, desarrollo y fortalecimiento de un país es la producción de conocimiento convertido en capital (Álvarez Gallego, 1996). En este sentido se hace primordial que la inversión económica, política y social, confluyan al fortalecimiento de universidades que le apuesten a la producción de conocimientos a través de la investigación, que le aporten al ser como individuo, a la comunidad y a la región, herramientas que les permitan enfrentar no solamente los retos que en este momento exige el modelo de desarrollo impuesto, sino también la construcción de seres superiores con competencias que les ayude a atender los requerimientos y cambios constantes de la sociedad.

En este propósito de transformación de las universidades, el docente tiene un papel protagónico, ya que en esta tendencia de educar para lo superior y hacia lo superior, la formación de profesionales no consiste en la transmisión conocimientos contenidos en textos, sino en implementar prácticas educativas que incentiven la producción de conocimientos de manera individual y colectiva, lo que exige del docente universitario, también fortalecer su desarrollo profesional mediante un intento sistemático de cambiar la práctica, creencias y conocimientos profesionales (…)  hacia un propósito de mejora de la calidad docente, investigadora y de gestión” (Garzón Rayo, O., 2016), pues la mejora profesional del profesor es directamente proporcional con la producción de una educación para lo superior.

Referencia bibliográfica

Alvarez Gallego, A. (1996). Pensar la universidad desde la investigación. En Seminario cultura universitaria e investigación. Seminario organizado por el grupo interuniversitario INVESTIGARE, Universidad los Libertadores, Bogotá D.C.

Borrero Cabal, A. (2006).  Educación y política. La educación en lo superior y para lo superior. En Simposio permanente sobre la Universidad. Bogotá D.C.

Garzón Rayo, O., (2016). Programa analítico módulo en Pedagogía II. En Diplomado en pedagogía universitaria, Universidad de San Buenaventura de Cali.

Pregunta que invita a la reflexión:

¿De qué forma la labor investigativa del docente contribuye en una educación en lo supe­rior, para lo superior, y hacia lo superior?

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