Pensar
sobre la educación para lo superior y hacia lo superior, conduce necesariamente
a dejar por sentado que no se trata de una adecuación de la educación en
niveles de jerarquía funcional y cronológica, estratificándola en las tres
secuencias vigentes en el mundo: el primario, el secundario y el universitario
como el superior; sino que esta debe ser entendida como una noción que se
relaciona con esa intención de impregnar de alta calidad a toda la educación
como un hecho individual, social y universal, siendo concurrente en todos los
niveles, tanto en el primario, secundario y el universitario, pues el principio
de toda filosofía educativa es obtener lo mejor en el proceso educativo, en un
sentido siempre ascendente. (Borrero Cabal, A., 2006, p. 6).
Para
comprender la educación para lo superior y hacia lo superior, se requiere
escarbar en la historia “cuando por vez primera pueblos de maduro desarrollo
espiritual propusieron las altas metas de la educación como empeño superior del
hombre y la sociedad” (Borrero Cabal, A., 2006, p. 7), distintas de aquellas
actividades educativas reseñadas como ordinarias o comunes, orientadas a
entrenar las conductas corrientes individuales, familiares y sociales, para el
trabajo y para la vida (Borrero Cabal, A., 2006, p. 7). Es así como cobra
relevancia el estudio de las tradiciones educativas antiguas que para Borrero
Cabal (2006), pueden ser discriminadas en tres partes: Las tradiciones
del extremo Oriente, la educación en Grecia y el estudio
de la paideia cristiana.
De las
tradiciones del extremo Oriente se rescata la labor educativa en cabeza de
Confusio, quien instituyó reglas de conducta, educando al hombre superior para
un comportamiento individual en la sociedad, direccionando su propósito
educativo en la construcción de un ser humilde, noble, con un alma armónica y
equilibrada, quien finalmente lograría tener la calidad de Kiun-tsé o
caballero (Borrero Cabal, A., 2006, pp. 11 y 12). Por su parte
el proyecto educativo de Grecia, se soportó en el concepto de la areté, que
significa mérito, calidad sobresaliente, fuerza y virtud, cualidades que deben
ser despertadas en el individuo, con miras a que este sea siempre mejor,
generado por ideales de armonía unitaria que procuran el equilibrio de lo que
integra al hombre (lo físico y espiritual), como meta máxima de la educación,
formando en este sentido, el ideal de la paideia (Borrero
Cabal, A., 2006, p. 25). Finalmente la paideia cristiana, es
presentada como aquella que modifica y supera la paidea clásica,
siendo Cristo el centro de la nueva cultura, agregándole a esa orientación que
se destina a la perfección de la persona y la vida, por medios y fundamentos
naturales, la gracia de Dios para que esto así sea (Borrero Cabal, A., 2006, p.
43).
Este
contexto histórico permite comprender que la educación para lo superior y hacia
lo superior, tiene como objeto el impulso de todos “hacia sus respectivas y
diversas alturas alcanzables y posibles” (Borrero Cabal, A., 2006, pp. 9 y 10),
y es desde esta perspectiva que debemos reflexionar respecto a cómo hacer que
las universidades en nuestro tiempo, se conviertan en espacios de educación en
sentido ascendente y no descendente. El profesor Álvarez Gallego plantea que
son funciones fundamentales de la universidad resolver dónde y cómo producir el
conocimiento, toda vez que avizora que en la actualidad, lo que determina las
posibilidades de crecimiento, desarrollo y fortalecimiento de un país es la
producción de conocimiento convertido en capital (Álvarez Gallego, 1996). En
este sentido se hace primordial que la inversión económica, política y social,
confluyan al fortalecimiento de universidades que le apuesten a la producción
de conocimientos a través de la investigación, que le aporten al ser como
individuo, a la comunidad y a la región, herramientas que les permitan
enfrentar no solamente los retos que en este momento exige el modelo de
desarrollo impuesto, sino también la construcción de seres superiores con
competencias que les ayude a atender los requerimientos y cambios constantes de
la sociedad.
En este
propósito de transformación de las universidades, el docente tiene un papel
protagónico, ya que en esta tendencia de educar para lo superior y hacia lo
superior, la formación de profesionales no consiste en la transmisión
conocimientos contenidos en textos, sino en implementar prácticas educativas
que incentiven la producción de conocimientos de manera individual y colectiva,
lo que exige del docente universitario, también fortalecer su desarrollo
profesional mediante un “intento sistemático de cambiar la
práctica, creencias y conocimientos profesionales (…) hacia un
propósito de mejora de la calidad docente, investigadora y de gestión” (Garzón
Rayo, O., 2016), pues la mejora profesional del profesor es directamente
proporcional con la producción de una educación para lo superior.
Referencia
bibliográfica
Alvarez
Gallego, A. (1996). Pensar la universidad desde la investigación. En Seminario
cultura universitaria e investigación. Seminario organizado por el
grupo interuniversitario INVESTIGARE, Universidad los Libertadores, Bogotá D.C.
Borrero
Cabal, A. (2006). Educación y política. La educación en lo superior
y para lo superior. En Simposio permanente sobre la Universidad.
Bogotá D.C.
Garzón Rayo, O., (2016). Programa analítico módulo en Pedagogía II. En
Diplomado en pedagogía universitaria, Universidad de San Buenaventura de Cali.
Pregunta
que invita a la reflexión:
¿De
qué forma la labor investigativa del docente contribuye en una educación
en lo superior, para lo superior, y hacia lo superior?
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